Allí estaba el jardinero sembrando esperanzas en su corazón. Volviendo cada día al patio de su amada.
Ella lo miraba con cariño y tras su sonrisa se escondía un pasado de dolor y sueños rotos.
El sembraba cada día nuevas rosas en su jardín.
Y el olor que ellas despedían, llegaba con el amor de las flores de las vidas pasadas.
Siempre supo el nombre de ella, siempre leyó su mente, siempre sintió su dolor.
La princesa lo miraba con una sonrisa pero se sentia malvada, a veces arrancaba las rosas del huerto y con sus palabras se lo recordaba a él.
Pero el jardinero volvía, día a día, a sembrar las rosas en su jardín.
El sabia que no era tan mala como ella pensaba y si lo fuese pondría incluso su vida en las dulces manos de ella.
Ella siempre le recordaba lo distante que podía ser cuando quería, lo mucho que podría lastimarle con sus palabras, pero se arrepentía cada vez que lo hacía. Se ponía triste al ver las rosas arrancadas de su jardín.
Pero el jardinero volvía día tras día a sembrar las rosas en su corazón, y aunque ver en ella la cara de auténtica felicidad fuera un sueño, el lo perseguía y aguardaba en silencio hasta que se durmiera el sol de la tarde cuando ella le dijera que lo amaba, o saber que ella era feliz, verdaderamente feliz.
El iba todo los días, a sembrar las rosas en su jardín, aguardando ese momento en silencio.
domingo, 2 de noviembre de 2008
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1 comentarios:
lo interesante de esto no son las palabras ni nada de eso.. la manera de decirlo es bastante sencilla...
pero la idea de ser paciente, esperando x su amor... es...
eso no se le da a todos jajaja. bonito poema. ^^
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