Entonces usó la magia de la palabra.
Para recitar los versos empezó con una voz clara.
En el segundo verso cambió la entonación.
En el tercero su motivo se empezó a hacer evidente, era cada verso una tramo distinto de río y como tal
cada uno necesitaba de una voz distinta
ya terminaba el cuarto verso y la última voz cuando la magia de la palabra empezó a ejercer su poder.
De su voz salieron todas las voces el unísono y sonaban como lavanderas unidas en rezo, resumiendo los trozos de río que se escurrían entre los dedos de las palabras entrelazadas.
Era al principio, imposible percibir todos los significados de los versos cuando se escuchaban en conjunto pero visibles pasaban si se separaban concentrándose en cada voz, en esa suma de aguas que se podían seguir a través de cada uno de los líquidos hilos musicales, había una belleza conmovedora. Escucharlos a la vez y percatarse que se formaba un tejido nuevo de significados, abrumaron al testigo.
El aprendiz, sin habla, empezó a entender cómo funcionaba la magia de río, cuanto sintió sobre su rostro, el primer contacto de agua fresca que caía para llenar el fondo de este valle desértico.
viernes, 31 de enero de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario