En el mundo de las palabras se encuentran tres palabras diferenciadoras.
La primera de estas palabras es la palabra filológica: El trabajo de Tolkien en el Señor de los Anillos está conformado de palabras filológicas - La palabra filológica busca, detrás de la máscara de cada una, la palabra etimológica, es decir, la verdadera- (tò étimon).
La palabra filosófica, la segunda, es la palabra elemental, la palabra única que abarque y explique todas las otras («conservar en su verdad la fuerza de las palabras más elementales, en las que nuestra Realidad se expresa a sí misma», es su misión, según Heidegger)
El poeta, en el jardinero, se afana en escribir con la palabra poética, la tercera palabra, la palabra esencial. («La creación poética —ha dicho Gerhard Hauptmann— consiste en dejar oír detrás de cada palabra la palabra esencial»). Porque el poeta, además de ser poietés, artesano creador, ha sido vate, es decir, oráculo, augur, profeta.
La palabra recobra en ella -la poesía- su vieja carga de misterio y terror. Lo que parece hoy menester del poeta era en otros tiempos fervorosa e ingenua devoción.
Por eso el jardinero usa la materia esencial de la poesía, de lugares de la memoria colectiva, las reúne y las transforma, las toma del viento y las devuelve a él, sólo que ahora imbuidas dentro de su particular soplo sonoro.
Escribe jardinero, escribe.
lunes, 8 de agosto de 2011
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