Dreams are renewable. No matter what our age or condition, there are still untapped possibilities within us and new beauty waiting to be born.

-Dale Turner-

jueves, 30 de octubre de 2008

Esta soy yo amigos míos, soy toda yo.

Esta serie pretende ser una recopilación de mis poemas favoritos de la obra poética de Tagore titulada al igual que este blog "El jardinero" Les presento a todos este, uno de mis favoritos de la obra; el poema número 8.


La lámpara se extinguió junto a mi cama, y al amanecer me desperté con los pájaros.

Me senté ante la ventana abierta y adorné mis cabellos sueltos con una guirnalda de flores.

Por entre la neblina rosada del alba vi al joven viajero que avanzaba por el camino.

Traía al cuello un collar de perlas y los rayos del sol resplandecían en su corona. Se detuvo ante mi puerta y me preguntó, ávido: ‘¿Dónde está ella?’

Avergonzada, no acerté a decirle: ‘Ella soy yo, joven viajero, ella soy yo’.

Caía la tarde y la lámpara no se había encendido. Distraídamente, yo trenzaba mis cabellos.

El joven viajero llegó en su carroza, envuelto en el esplendor del sol poniente.

Sus caballos despedían espuma y sus vestidos estaban cubiertos de polvo.

Descendió ante mi puerta y me preguntó con voz cansada: ‘¿Dónde está ella?’

Avergonzada, no acerté a decirle: ‘Ella soy yo, fatigado viajero, ella soy yo’.

En la noche de abril arde la lámpara en mi estancia.

Sopla dulcemente la brisa del sur.

El escandaloso loro duerme en su jaula.

Mi vestido tiene el color del cuello de un pavo real y mi manto es verde como la hierba nueva.

Estoy sentada en el suelo, cerca de la ventana, contemplando la calle desierta.

A través de la noche oscura murmuro sin cesar: ‘Ella soy yo, viajero desesperanzado, ella soy yo’.

lunes, 20 de octubre de 2008

El aire que hoy me atraviesa

Hoy fue un día normal como cualquier otro.
me levanté de madrugada, me arreglé y fui al trabajo
Alli como todos los días subi y bajé entre andamios.

nubes de polvo y concreto.

el resto carece de importancia
ha sido como cualquier día.

Entonces llega a mi tu recuerdo
tu recuerdo y mi inevitable fiesta de grado
tu recuerdo y la comida que me prometiste para celebrarlo
tu recuerdo al lado de mi toga y mi medalla.

Tu recuerdo que será sólo eso
un recuerdo.

Quisiera sentirme como antes pero no hoy
hoy solo siento.
el aire que me atraviesa.

martes, 14 de octubre de 2008

Algún día...

Algún día escribiré un poema que no mencione
el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores,
que no tenga jazmines o magnolias.
Algún día te escribiré un poema sin pájaros
ni fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.
Algún día te escribiré un poema que se limite a pasar
los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.
Sin comparaciones, sin metáforas, algún día escribiré
un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones,
con la intensidad estrujada de tu abrazo.
Algún día escribiré un poema, el canto de mí dicha.

Darío Jaramillo Agudelo

domingo, 5 de octubre de 2008

Ella vivía bajo el estanque de escalones quebrados

Vivía bajo el estanque de escalones quebrados. ¡Cuántos anocheceres contempló la luna, aturdida de tanto oír el entrechocar de las hojas de bambú! ¡Cuántos días de lluvia aspiré el olor a tierra húmeda que surgía de los tiernos tallos de arroz!

Su apelativo cariñoso lo conocen las palmeras y los patios donde se sientan las muchachas a charlar mientras bordan los edredones el invierno. El agua del estanque guarda en su fondo la forma de su cuerpo nadando, y sus pies húmedos han dejado sus huellas, día tras día en el sendero que lleva al pueblo.

Todas las mujeres, que hoy llevan sus cántaros al agua, la han visto sonreir con sus bromas, y el viejo campesino de los bueyes, solía detenerse en su puerta a diario para saludarla.

¡Cuántos veleros cruzan este pueblo; cuántos caminantes se hechan a descansar bajo el baniano; cuánta gente lleva el transbordador al mercado! Pero nadie se fija nunca en ese lugar del camino, junto al estanque de escalones quebrados, donde vivía aquella a la que amo.

R.T.

jueves, 2 de octubre de 2008

Una elegía

Mirta Rosenberg, Argentina, nacida en Rosario, poco puedo decir de ella más de lo que trae este poema. Sólo que él mismo, al igual que este blog... Es una elegía.

En la época de mi madre
las mujeres eran probables.
Mi madre se sentaba junto a mi abuela
y las dos eran completamente de carne y hueso.

Yo soy apenas una secuela estable
de aquel exceso de realidad.

Y en la ansiedad del pasado indefinido,
en el aspecto durativo de elegir,
escribo ahora: una elegía.

En la época de mi madre
las mujeres eran perdurables,
completamente hueso y carne.
Mi madre se ponía el collar
de plata y de turquesas
que mi padre le había traído de Suecia
y se sentaba a la mesa como una especie exótica,
para que todo se volviera más grande que la vida,
y cualquier ficción fuera posible.

En la época de mi madre, las mujeres
eran un quid: Mi madre nos contó
a mi hermano y a mi: "cuando salía de la escuela,
iba a buscar a mi padre al trabajo,
en Santa Fe, y los compañeros le decían es un biscuit,
tu hija es un biscuit", un bizcocho estando muy enferma,
una porcelana exquisita todavía para nosotros,
y mi hermano apurándola: "¿Y?"

No sé que es un biscuit, ¿Una especie exótica
algo de todos modos, especial? Igual
andaba delicadamente por la casa, rozando los ochenta
como se roza una herida
con una gasa.

En la época de mi madre
las mujeres eran muy visibles.
Mi madre se miraba en los espejos
y yo no llegaba a abarcar
su imagen con mis ojos. Me excedía,
la intuía a lo lejos como algo que se añora.

Como ahora,
una elegía.

A la criatura adorable
fijada en lo remoto de la foto,
que ya a los ocho años parecía
más grande que la vida: te extraño,
aunque no te conocía. Eso fue antes
que a mí me dieras la vida
en un tamaño apenas natural.

Igual,
una elegía.

Y a la otra de la foto que espero
conservar, la mujer bella que sostiene
el libro ante la hija de un año
en el engaño de la lectura:
te quiero por lo que dura, y es suficente
leer en el presente, aunque se haya apagado
tu estrella.

Por ella,
una elegía.

Ahora soy la fotografía
y vos el líquido revelador. Tu muerte
me convierte en yo: como una ciencia aplicada
soy la causa y el efecto,
el ensayo y el error, este vacío
de la nada que golpea mi corazón
como cáscara vacía.

Una elegía cada vez con más razón.