sábado, 7 de noviembre de 2015
martes, 6 de octubre de 2015
domingo, 21 de junio de 2015
La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado.
Yo soy yo, ustedes son ustedes.
Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo
Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han hecho.
Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han hecho.
No usen un tono diferente. No tomen un aire solemne y triste.
Sigan riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezen, sonrían, piensen en mí.
Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado.
¿Por qué estaría yo fuera de la mente de ustedes? ¿Simplemente porque estoy fuera de su vista?
¿Por qué estaría yo fuera de la mente de ustedes? ¿Simplemente porque estoy fuera de su vista?
Los espero; No estoy lejos, sólo al otro lado del camino.
¿Ven? Todo está bien.
¿Ven? Todo está bien.
No lloren si me amaban. ¡Si conocieran el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudieran oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos ¡Si pudieran ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudieran contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!
Créanme. Cuando la muerte venga a romper sus ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, sus almas vengan a este Cielo en el que ya ha llegado la mía, ese día volverán a ver a aquel que los amaba y que siempre los ama, y encontrarán su corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverán a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con ustedes por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Volverán a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con ustedes por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
San Agustín
lunes, 16 de marzo de 2015
Una vez quise ser hombre
para casarme con mi hermana
que ya lleva tres divorcios.
Para amar a mis amigas
que en cada relación mueren un poco.
Quise ser hombre
para fecundar sus vientres,
no de hijos
sino de poesía
vino tinto
relojes parados
unicornios azules.
Para decirle a Josefa
cuánto admiro
su forma de entregarse.
Para escribirle a Rosi
esas cartas que no llegan nunca.
Llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes.
Llenar de caricias prolongadas
el espacio de Beatriz,
que vive sola y le tiene
miedo a los temblores.
Quise ser hombre,
para amarlas a todas
y no sentir más
el frío de sus lágrimas
en mi playera,
ni mirarlas apagarse,
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta años.
Quise ser hombre
para invitarlas
a volar el periférico
a bailar descalzos
porque el América
le ganó al Guadalajara
para llevarlas del brazo
hasta una cama
donde no tengan que fingir orgasmos.
Pero soy mujer y
aunque puedo
compartir con ellas la poesía
escribirles cartas
llamarlas por teléfono
llenarlas de caricias prolongadas
volar el periférico
bailar descalzas
secar su llanto
tocar su alma…
No es suficiente.
No les alcanza.
Porque, desde niñas, aprendieron
que los hombres son
un premio
al que hay que amar,
sin importar
si ellos las aman.
Rosa María Roffiel
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