Quién hubiera dicho
que estos poemas de otros
iban a ser míos
después de todo hay hombres que no fui
y sin embargo quise ser
sino por una vida
al menos por un rato
o por un parpadeo
en cambio hay hombres que fui
y ya no soy ni puedo ser
y esto no siempre es un avance
a veces es una tristeza
hay deseos profundos y nonatos
que prolongué como coordenadas
hay fantasías que me prometí
y desgraciadamente no he cumplido
y otras que me cumplí sin prometérmelas
hay rostros de verdad
que alumbraron mis fábulas
rostros que no vi más pero siguieron
vigilándome desde
la letra en que los puse
hay fantasmas de carne
otros de hueso
también los hay de lumbre y corazón
o sea cuerpos en pena almas en júbilo
que vi o toqué o simplemente puse
a secar
a vivir
a gozar
a morirse
pero además está lo que advertí de lejos
yo también escuché una paloma
que era de otros diluvios
yo también destrocé un paraíso
que era de otras infancias
yo también gemí un sueño
que era de otros amores
así pues
desde este misterioso confín de la existencia
los otros me ampararon como árboles
con nidos o sin nidos
poco importa
no me dieron envidia sino frutos
esos otros están
aquí
sus poemas
son mentiras de a puño
son verdades piadosas
están aquí
rodeándome
juzgándome
con las pobres palabras que les di
hombres que miran tierra y cielo
y a través de la niebla
o sin sus anteojos
también a mí me miran
con la pobre mirada que les di
son otros que están fuera de mi reino
claro
pero además
estoy en ellos
a veces tienen lo que nunca tuve
a veces aman lo que quise amar
a veces odian lo que estoy odiando
de pronto me parecen lejanos
tan remotos
que me dan vértigo y melancolía
y los veo minados por un duelo sin llanto
y otras veces en cambio
los presiento tan cerca
que miro por sus ojos
y toco por sus manos
y cuando odian me agrego a su rencor
y cuando aman me arrimo a su alegría
quién hubiera dicho
que estos poemas míos
iban a ser
de otros.
Mario Benedetti
sábado, 6 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
Algunos recuerdos
Hoy he recordado a una persona muy especial, de la que no sé si recuerdo su nombre.
No recuerdo tampoco la primera vez que la vi, pero si la última.
Éramos niños y ella ocupaba el pupitre tras el mío.
En realidad yo ocupaba el pupitre frente a ella.
El día de su cumpleaños le regalé un osito de plástico transparente relleno de bolitas de colores.
Él, le regaló unos zarcillos de oro.
No estoy seguro si memoricé bien el nombre de ella, es italiano pero el de él lo hice perfectamente:
Andrés Bello.
Recuerdo, nos peleábamos por saber quien la trataba mejor.
A quien podría sonreirle o a quien hablarle, no puedo mentir, entonces y ahora soy pésimo en el arte de la seducción.
Ella habita entre mis memorias más felices, era 1992 y nuestros juegos lo ocupaban las olimpiadas de Barcelona.
Me molesta no estar seguro cómo se llamaba pero la mascota de las olimpiadas se llamaba Coby.
Lo supe un día leyendo con ella su ordenador de juguete.
Mi día más feliz llega con el último día de clases. Las niñas habían organizado un intercambio de regalos.
Ella se acercó a mi y me regalo una calculadora. Wao
Uno de los mejores regalos de mi vida y pensar que lo primero que hice fue mirarle la cara a Andrés Bello.
Mi mamá y una tía me esperaban a la salida y ya sabían que me gustabas mucho. Así que me hicieron despedirme de ti con un beso en la mejilla.
Si, mi primer beso fue tuyo.
Dos años después fui a preguntar por ti en tu casa: paredes verdes y rejas grises. Pero no estabas.
Mientras escribo esto hablo con una persona que he pensado que podrías ser tú.
Lástima. No volví a verte.
Que estupendo sería tener la oportunidad de poder invitarte un café.
No recuerdo tampoco la primera vez que la vi, pero si la última.
Éramos niños y ella ocupaba el pupitre tras el mío.
En realidad yo ocupaba el pupitre frente a ella.
El día de su cumpleaños le regalé un osito de plástico transparente relleno de bolitas de colores.
Él, le regaló unos zarcillos de oro.
No estoy seguro si memoricé bien el nombre de ella, es italiano pero el de él lo hice perfectamente:
Andrés Bello.
Recuerdo, nos peleábamos por saber quien la trataba mejor.
A quien podría sonreirle o a quien hablarle, no puedo mentir, entonces y ahora soy pésimo en el arte de la seducción.
Ella habita entre mis memorias más felices, era 1992 y nuestros juegos lo ocupaban las olimpiadas de Barcelona.
Me molesta no estar seguro cómo se llamaba pero la mascota de las olimpiadas se llamaba Coby.
Lo supe un día leyendo con ella su ordenador de juguete.
Mi día más feliz llega con el último día de clases. Las niñas habían organizado un intercambio de regalos.
Ella se acercó a mi y me regalo una calculadora. Wao
Uno de los mejores regalos de mi vida y pensar que lo primero que hice fue mirarle la cara a Andrés Bello.
Mi mamá y una tía me esperaban a la salida y ya sabían que me gustabas mucho. Así que me hicieron despedirme de ti con un beso en la mejilla.
Si, mi primer beso fue tuyo.
Dos años después fui a preguntar por ti en tu casa: paredes verdes y rejas grises. Pero no estabas.
Mientras escribo esto hablo con una persona que he pensado que podrías ser tú.
Lástima. No volví a verte.
Que estupendo sería tener la oportunidad de poder invitarte un café.
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